Faroles del Valle
25 abril, 2020

Por: Santiago Nieto – Alouatta Seniculus Curioso

Realmente es muy difícil saber que te deparará el destino, está colmado de eventos desafortunados pero de vez en cuando algo magnífico aparece.

Era diciembre –, y teníamos programado un viaje a Salamina, en donde tendríamos la fortuna de convivir con un ex-integrante del grupo.

él se encontraba bastante emocionado de recibirnos. El bus partió, y luego de un trayecto que se hizo bastante largo, pudimos llegar a nuestro destino, y con solo pisar el suelo de este municipio, me cautive en seguida, las caras de los lugareños tenían expresiones amigables y hospitalarias, pero al mismo tiempo podía cambiarse a un gesto brusco y agresivo, todo depende de, si eras descortés o no y por supuesto si respetabas los buenos hábitos de la formalidad. Todo parecía muy familiar y es algo realmente difícil de encontrar en un lugar.

Desde el momento en que el denominado «El pollo» ( pues Castañeda nos pidió que le dijéramos así) nos dejó entrar a su residencia, el ambiente pasó de ser de «desconocidos» a «amigos» o inclusive familia, pues en un abrir y cerrar de ojos estábamos todos comiendo en una mesa, compartiendo experiencias y riendo de historias, como lo hacen esos amigos que no se ven en mucho tiempo.

Continúa el día y las palabras, dejan de serlo para ser un acto; partir hacia el municipio de San Félix, donde se encuentra el valle con la mayor abundancia de palmas de cera -estaba muy emocionado de poder ir allí- . Para arribar a nuestro destino, teníamos que subirnos en un popularmente denominado «Jeep» aquellos vehículos que son tan característicos de estos departamentos y municipios, estos son un sinónimo inmediato de trochas o caminos no pavimentados, en donde nunca faltan las risas o una conversación casual con algún habitante local, – familiaridad, charlas, amistad, ¿Ya mencioné lo feliz que me hace esto? –

Ocurrió algo que nunca había presenciado, el Jeep se pinchó, y de inmediato todos los que estaban a bordo supieron lo que estaba pasando, y la frustración de saber que llegaríamos más tarde se fue haciendo evidente.

Como buenos Scout, nos bajamos e intentamos ayudar en todo lo que pudimos pero ¿qué pueden hacer dos estudiantes de enfermería, biología, un abogado, un ingeniero eléctrico y un diseñador visual para cambiar un neumático?, La respuesta era más que evidente: Nada; mirar, reír y tomar fotos del momento pues «El Scout sonríe y canta en sus dificultades«. El dueño del vehículo y su copiloto pudieron reparar el neumático, inmediatamente partimos de nuevo… Cuando pasó lo impensable, un sonido estridente nos agobió a todos, pues pensamos que la llanta había quedado mal ajustada y que ahora estábamos solo sobre 3 ruedas, pero no, la llanta defectuosa había quedado mal colgada, y se cayó, al ver esto todos respiramos y tras recogerlo, seguimos nuestro camino.

El pueblo de San Félix tenía una vibra extraña, parecía un pueblo con tanta historia, azotado por tantas cosas en los últimos años y de esos en los que los amigos son más bien contados. Al entrar en un negocio local pudimos confirmarlo, horrendas historias sobre violencia marcaron al pueblo de una manera permanente, pero el dueño del establecimiento (un Scout de hace muchísimos años, que sintió empatía por nuestros uniformes) nos confirmó que en estos tiempos no había nada que temer, y que seríamos bien recibidos en cualquier lugar.

Entendimos que viajar por Colombia no es sólo tomarse fotos, viajar por Colombia da vida, vibras positivas y otras no tanto, pero sobre todo da conocimiento y permite mejorar nuestra empatía en todos los aspectos, ya sea como colombianos, o como personas, pero sobre todo se entiende que viajar como Scout es siempre una gran historia. -También entendimos que de mecánica sabemos lo mismo que de las mujeres: nada…-

Llegamos al lugar que tanto ansiaba ver, el Valle de las Samarias, las palmas me dejaron estupefacto en un breve instante, median más de 30 metros de altura, y eran como grandes faroles que apuntaban al cielo, admirarlas fue sencillamente majestuoso, fue un espacio revitalizador.

Al momento de irnos, las nubes ya estaban como mantas rasgadas en el cielo, que era de un color naranja con algunos tonos de azul. Todo parecía perfecto, y así fue nuestro retorno a la residencia.

La noche fue tranquila, comimos, compartimos momentos del día, brindamos con vino barato, y al final dormimos. Al otro día partimos temprano, pues había asuntos que arreglar en nuestra ciudad, el viaje de regreso fue apacible y calmado, pero en esto también encontré sosiego y regocijo.

En la vida distinguir de los buenos momentos a veces es complicado, mientras estamos en el presente todo parece neutral, pero luego de un tiempo, podemos discernir entre si fue un buen tiempo, o un mal tiempo…

Pero este viaje no fue así, todo el tiempo supe que mis compañeros y yo sabíamos que era un excelente momento, y eso, es lo que amo tanto del Clan, sus personas, su actitud, su positividad, y los momentos inolvidables que se impregnan en la memoria con este Grupo.

¿Ya mencioné que fuí feliz? Si no lo hice, eso fui y eso soy: un Rover feliz. –

Mira todas las fotos de este viaje en: 2019 – Faroles del Valle