Chile: 4,300 kilómetros de no entender español
22 septiembre, 2015

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Por: Laura Jiménez – Scouts Soñando el Sur

23 de julio al 15 de agosto

Después de dejar a mis 6 buenos amiguitos en Ica, era el momento de empezar “el viaje de mi vida”, ya era yo sola Soñando el Sur. Mi primera parada fue Tacna, Perú; fui muy oportuna y llegué a la casa de Claudia Pérez justo el día de su cumpleaños, por lo que tuve acceso de primera mano a torta y parranda peruana. Para no perder la costumbre, ya adquirida en Perú, comí varios platos típicos; muy ricos todos (Claro, porque nada incluía pescado), y entonces, fue así, como me despedí de Perú para darle la bienvenida a Chile. La primera parada fue Arica, a solo media hora de Tacna, donde tuve un día junto a Claudia en la playa y en el Cerro; una montaña muy arenosa, como toda la geografía del norte del país.

Esa misma noche, viajé a Iquique. Cuando llegué en la mañana, quería comer algo en el mercado, por lo que le pregunté a unos recolectores de basura cómo llegar caminando. Ellos, cordialmente me invitaron a subir al carro de la basura, pues el mercado hacía parte de la ruta por la debían pasar. En el recorrido, ellos se asombraban mucho de ver a una mujer, viajando sola. Claro, debía suponer que las preguntas de las personas que iba conociendo en el camino siempre iban a ser las mismas: ¡¡¿¿sola??!! ¿Una mujer viajando sola? “Es que usted es muy joven para salir por ahí, en la calle hay muchos riesgos” La respuesta siempre ha sido que viajar solo es mucho más fácil de lo que cualquiera se imagina; incluso yo, antes de salir de mi casa. Después de mi desayuno en el mercado, fui al museo del Barco Esmeralda, caminé por la playa y empecé a sufrir una gripa que no me dejaba decir banano con tranquilidad.

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Al día siguiente y sin darme cuenta, ya estaba a mil kilómetros de la frontera, en Antofagasta, las distancias se hacen muy cortas cuando no hay ninguna montaña insufrible ni que mate los gusanos como las que ya habíamos vivido antes en Perú o Bolivia. Durante el viaje de esa noche, yo iba plácidamente dormida, como siempre suelo hacerlo y a las 2 am tuve una intempestiva manera de despertar, pues debía pasar un control de aduana; durante un aguacero, mi gripa y yo debíamos bajarnos del bus para abrir la maleta y revisar que todo estuviera en orden (al menos para ellos), después de no morir por esa inesperada bajada, llegué a La Serena, donde el Scout Nestor, quien me atendió amablemente y me llevó a ver todos los paisajes y contrastes que tiene la ciudad. Cerca de allí está Vicuña, el pueblo en el que nació Gabriela Mistral y a su vez, unas montañas llenas de viñedos, esperando a que llegue el verano para tener uvas.

Llegó el momento de conocer Santiago… la bienvenida de la capital chilena fue estar a las 6 de la mañana en un frío indigno, viajando en metro durante una hora hasta la casa de Maria José Gallardo, “La Jo”. Creo que no pude tener más suerte para encontrar quién me recibiera. Después de mi viaje en metro, llegué a su casa y unos huevos con pan, jugo de naranja y café me estaban esperando. Esa misma tarde, Jo y yo fuimos a almorzar a El Cajón del Maipo, un pueblo pequeño y muy cerca de Santiago que tiene la cordillera llena de nieve “ahí nomás”. Aprovechamos para el “tintico” después del almuerzo y también para comprar cerveza artesanal, para una próxima noche especial, que terminó estando acompañada de arepas con queso y patacones con hogao.

Al día siguiente, era la cita en Patio Scout, el programa de radio, para hablar del proyecto de «Soñando el Sur» , de todo lo que quería a mis amiguitos y de cómo se pueden llevar a cabo los sueños si se es responsable en no perder el “objetivo pintado en el horizonte” de vista.

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Durante 3 días estuve en Villa Alemana con Rebeca Guerrero, “La Bk”, ella desde el primer día en su casa me mostró qué era «Carretear» (rumbear), invitándome a la casa de uno de sus amigos, también Scout, a compartir un poco. Bk, fue la persona que más nutrió mi nuevo diccionario de modismos chilenos, pues en cada oración utilizaba cuando menos, tres sinónimos desconocidos para mí. La intención de quedarme en su casa, no era menos que conocer Viña del Mar y Valparaíso. Además de amar los paisajes, las calles y todo lo demás que el puerto tiene, tuve la suerte de ir 2 días antes de que la marejada me cambiara el panorama, pues las lluvias dejaron varias inundaciones y daños que no me hubieran permitido disfrutar las ciudades.En Santiago, tuve dos sábados para compartir con varios grupos scouts y ver un poco más de cerca, como es el funcionamiento de la Asociación que tiene Guías y Scouts.

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Como el invierno estaba en su máxima expresión, debí modificar mis planes un poco. Por eso no pude conocer Mendoza, en Argentina ya que el paso de frontera estaba cerrado por la nieve. Así entonces, seguí hacia el sur, donde el frío le ponía competencia al que ya habíamos sentido en Bolivia.

Mi siguiente destino fue Valdivia, allá estuve acompañada de Vilma y su hija Javiera, la ciudad es muy linda, hay lobos marinos, que caminan como Pedro por su casa por los andenes más cercanos a la costanera (Costanera = Malecón), fuimos a un fuerte en Niebla, un pueblo cercano (en el que vivían Vilma y Javi), aprovechamos que era domingo y comimos en la feria costumbrista, que solo está abierta ese día, un lugar en el que se venden asados, empanadas, sopaipillas, anticuchos y en fin, gran variedad de comidas típicas. Al día siguiente y continuando con mi tour gastronómico, comí crudos (sánduches de carne molida cruda), y en contra de cualquier pronóstico, me gustaron mucho.

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Después de la linda Valdivia, pasé la frontera de Argentina para ir a Bariloche, los detalles serán parte de la siguiente nota, sin embargo, el adelanto es que el paisaje para poder llegar, fue bastante lindo debido a la nevada de la noche anterior. A mi regreso en Chile, llegué a Puerto Montt, a la casa de Sergio Álvarez, esa ciudad ha sido, es y será la más fría de todo el viaje, cometí el error de salir con el pelo mojado a la calle y lo único que obtuve fue tenerlo congelado (literalmente) en segundos. Sin embargo, valía mucho la pena salir a la calle y ver la feria de Angelmó, el pueblo cercano de Puerto Varas, el puerto, el centro, en fin…

El final de este capítulo, es llegar a la isla de Chiloé, para llegar hay que pasar en ferry por el canal de Chacón, luego a la ciudad de Ancud y finalmente estar en la capital de la isla, en Castro. Claudio Fernández me recibió para mostrarme la tranquilidad de la isla, los colores de los palafitos (las casas típicas al borde del mar) y la diferencia entre la vida dentro del continente y a 40 minutos de él.

Hasta aquí va la historia de Chile-po, un abrazo para todos y una vez más, mil gracias a cada una de las personas que me recibieron con tanto amor en sus casas.

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