Por Jean Carlo Peña -LynxDeSol
¡Bang! Claro, como si no, sonaba como disparos en mis oídos, como siempre ¡Bang! Suena de nuevo Y con los ojos entrecerrados, la luz entrando por la fisura de la ventana que da a mi cama y la pesadez de levantarme a la universidad de nuevo, pienso ‘’ Siempre puede ser peor ’’ y poco a poco mientras me reincorporo es que me doy cuenta, ¿pero qué me pasa? Es pleno Enero, no voy para la Universidad, la alarma constante que aun no se detenía y solo me aturdía el despertar hacia el llamado impaciente por terminar de alistar cosas para un próximo campamento. Que puedo decir, un poco de ropa, cargador, toalla, estaba todo listo, solo faltaba un ligero baño y mi uniforme ya preparado con antelación, adiós hijo, adiós madre, ‘’el cargador’’ exclama, y claro, ¿como si no?
No suelo llegar temprano a casi ningún lugar, pero quien quitaría prestigio a doña Magdalia diciendo ‘’Quien no llegue temprano no sale con nosotros’’ y sumado a esto, la experiencia de antiguos eventos en los que he llegado al último. No es que me arrepienta pero vamos, que quiero decir que es bastante raro en mi estar temprano en algún sitio. Puesto allí, sentado en una banca solo me digne a esperar.
Llegó la gente con el tiempo y con ella como siempre los comentarios ‘’falta esto’’ ‘’no traje lo otro’’ ‘’que te vaya bien’’ nada fuera de lo normal, unas risas, muchas despedidas, a fin de cuentas esto se vuelve con el tiempo una vivencia protocolaria que se adquiere con presenciar dichos momentos continuamente, subir las maletas, reírse, despedirse, dar las gracias al conductor, rezar (para quien lo practica), audífonos, ‘’yo me hago con usted’’ y cuando abres los ojos después del descanso, boom.
Salimos en la mañana y llegamos empezada la tarde, recuerdo haber visto varias partes del trayecto e irme hablando con uno de los Rovers de mi clan, pero gran parte del tiempo estuve dormido, por tanto cuando abrí los ojos, fue sorpresivo el cambio de la rutina, recuerdo haber sentido la pesadez del ambiente y con ella, un cumulo de carros, motos y transeúntes afanados por el estrés de la vida de las grandes ciudades, mas allá de solo impactarme esto, no podía creer que todo fuera tan normal y sus rostros morenos por el sol mostraran constante serenidad, pero en fin después de esto, el sitio de campamento nos esperaba.
Buscamos el lugar asignado entre cientos de carpas y scouts de otras regiones del país, nos habían dicho con antelación que acamparíamos con el grupo 20 andino de Bogotá, llegados al sitio, montamos campamento y de nuevo (aunque cansados) estábamos preparados para la siguiente vivencia mientras a las 11 de la noche el gran silencio ya inundaba cada una de las carpas. Cabe aclarar, que el rover con el cual me senté en el bus y yo matamos la impaciencia del tiempo con un juego que consistía en adivinar que pensaba el otro mediante preguntas que solo se pudieran responder con Si y No, ¿Es un animal? ¿Es un producto de la mente? Y un infinito etcétera que nos ayudaría a lidiar con el pasar de los segundos.
El día siguiente no se hizo esperar y si algo he aprendido en los Scouts es que perdernos de la rutina, agota más que mantenerla, despertamos los 5 integrantes del Clan, con la cara de quien estuvo trabajando todo un día para descansar solo una hora, nada muy interesante, agua fría, la ropa, los morrales, desarmar la carpa porque tocaba llevarla, conocer nuestro equipo de trabajo dado que realizaríamos la actividad con un grupo de Antioquia, subirnos al bus y partir, llegamos a un municipio del Cauca llamado Suarez y en él nuestra primera aventura, la represa Salvajina.
‘’No podemos caminar las tierras en las que no somos bienvenidos’’ fueron palabras que se me quedaron, nuestra primera actividad era básicamente sentirnos acogidos por el lugar que nos recibía, los andenes estaban consumidos por el Moho y los lugareños tenían en sus manos las cicatrices de una vida sin privilegios, conocimos su estilo de vida, de que vivían, de donde era el agua que utilizaban a diario y la verdad es que cuesta ver la otra cara de la moneda, ese Dark Side of The Moon que todos damos por obvio pero que ignoramos. Conocer la falta de privilegio es una conexión única con todo aquello que deberíamos agradecer…
Posterior, la caminada fue larga y se respiraba la ironía de incipientes montañas bajo el sol, los lugareños pasaban de arriba abajo, con bultos y más vigor que nosotros, bueno después de todo la rutina cansa menos, a unas horas de caminata, llegamos a un lago imponente, la represa de la Salvajina, era realmente grande y la actividad consistía en que se realizaría una regata al día siguiente, pero a ver, era el agua mas plateada que había visto en mi vida y solo el reflejo del sol en la superficie provocaba que me dolieran los ojos al mirarla, digamos que esto fue motivo suficiente para quedarme al día siguiente ‘’cuidando las cosas’’, por tanto les comunique que no tenía intención de ingresar en la represa ¿recuerdan el juego que les dije de adivinar que piensa el otro? En la noche, dentro de nuestra carpa, nos encontrábamos jugando para matar un poco el tiempo y mientras yo pensaba en un ‘’bolsillo’’ mi compañero exasperaba en hacer preguntas cada vez más profundas para al final quedar dormidos en la mitad de un debate en el cual no sabíamos si considerar el bolsillo como un espacio o un objeto, muchas risas, una fiesta medio improvisada, ‘’el ambiente se lo hace uno’’ cansancio y finalmente el sueño…
Que les puedo decir, al día siguiente construimos la balsa, pasamos las pruebas y el equipo se alisto para empezar la Regata y mientras yo me tomaba un merecido descanso en la orilla ellos zarpaban hacia la primera prueba, para mi mala suerte, el hecho de solo no querer morir en la mitad de una represa por el sol, no fue suficiente para salir bien librado de la situación, resultó que no fui el único que se quedo en la orilla, junto a mi otras aproximadas 25 personas hacían formación y de nuevo iríamos a ver ese Dark Side of The Moon, era una escuela, a medio camino entre el declive y su objetivo final, el espacio para la educación, algo de pintura, un rodillo, muchas ganas de dejar una huella y manos a la obra, ‘’ayúdenme a subir estas tejas’’ exclamaron a escasos metros, mi mente inexperta afirmaba irremediablemente la facilidad de la tarea, pero bueno, resulto que para poder llevar 2 tejas necesitábamos 4 personas y asi buenamente caminar, mientras las personas del municipio podían fácilmente entre 2 ‘’la costumbre de la rutina’’ dicen… Claro ¿como si no?
Volvimos al lugar de campamento en la tarde, mis compañeros de la regata tenían el sol del agua marcado en sus pieles y sus pieles blancas pronto se verían desvanecidas en el cansancio colectivo que experimentábamos todos, de nuevo fue solo abrir los ojos para toparnos con el asfalto del cual habíamos descansado, ya con los ojos medio en la luna y sin pensar en muchos juegos, escuchaba de fondo una guitarra, claro lo único que quieren los artistas es ser escuchados y que mejor lugar para serlo que un campamento a las 10 de la noche, finalmente el sueño venció… Como casi siempre.
Avisados estábamos de que habría un recorrido por la ‘’Sucursal del cielo’’ y que estaríamos solos en esta labor, el día asomo sus ojos y ya nos tenía de pie, listos ante una estación del MIO en Cali con un jefe diciéndonos ‘’a partir de aquí van solos, mucho cuidado, no se pierdan’’ ¿Quienes son las madres en los campamentos si no son ellos? Que aun sabiendo que somos mayores de edad no nos dejan ni un momento solos, el día se fue rápido, parques, museos, edificios, saber que Cali se llamaba Santiago de Cali, y justo después de esto… perdernos, cuando pensamos que todo iba medianamente bien, pero claro ‘’la siguiente base está a 2000 pasos de aquí’’, 1998, 1999, 2000 y bueno ¿Donde estamos ahora? En la mitad de una calle, mucho más lejos de donde deberíamos, por suerte la casualidad nos cruza con una señora que se dirigía hacia donde debíamos ir, salimos bien librados a decir verdad y de repente un parque lleno de gatos y de mil historias con cada uno, refrigerio y como si fuera poco, siendo las 5 de la tarde, faltaba subir el cerro de las 3 cruces… ‘’pero ya se han desmayado 20 personas’’ bueno, nosotros seguíamos vivos y una parte de mi se aferraba a la desgarradora sensación de conocer más, teniendo la disposición solo faltaba el impulso de fuerza, pero no puedo negar que se sintió un soplo en el alma cuando dijeron que volveríamos al sitio de campamento a descansar, siendo así, emprendimos la partida, fue muy bonito, la gente, las calles, los músicos que de repente saltaban entre cuadra y cuadra, las esquinas, los bares, mucha salsa, todos con un morral al hombro y el cansancio en sus ojos y por supuesto The Dark Side of The Moon, el recuerdo de todo lo que debemos agradecer y todo lo que no nos tocó vivir, lejos de emanciparse en la ciudad solo se establecía por barreras invisibles que se difuminaban con ambientes densos o con la calma de la vida en el asfalto.
Este campamento tuvo la peculiaridad de exigirnos físicamente al comienzo y darnos la libertad del descanso los días siguientes, se celebraban los 100 años del Roverismo , hubo una cena, muchos amigos, una despedida, un amor de esos que alguna vez dio vuelta en la esquina y no volvimos a ver, un concierto y el pogo de cierre que es patrimonio artístico de los Scouts de Colombia, está en nuestra sangre aventurera no saber bailar pero ser golpeados entre risas en un pogo.
Volver siempre da algo de alegría y le prende una vela a la nostalgia, nos prepara los recuerdos que cuando evocamos encienden la hoguera de la vida. Finalmente el protocolo es el mismo, subir las maletas, reírse, despedirse, dar las gracias al conductor, rezar (para quien lo practica), audífonos, ‘’yo me hago con usted’’ y cuando abres los ojos después del descanso, estas de nuevo en tu lado de la luna, el habitual porque bueno después de todo la rutina cansa menos, la casa, la llave, la puerta, la cama y ¡Bang! El corazón exhausto del éxtasis del viaje estalla como una alarma y entra en un profundo sueño. The Dark Side of The Moon.