Scout un dia, Scout toda la vida
14 mayo, 2020

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Aún recuerdo el día en que mi papá y mi mamá nos llevaron a mi hermano y a mi a nuestra primera reunión scout , era una mañana de sábado soleado por allá en 1983; todos corrían y saltaban de aquí para allá, hasta que llego el momento de hacer la formación general, mi hermano me seguía para todos lados, pues él al igual que yo no sabíamos nada de lo que pasaba a nuestro alrededor, mirábamos de un lado al otro, pues no encontrábamos por ninguna parte donde quedaba lo que en aquel entonces era nuestra «Seisena Amarilla”, solo hasta cuando un señor que decía que era “Baloo” (Oscar Estrada) nos acomodó en nuestro respectivo sitio. ¿Baloo? Le comenté a mi hermano y nos reímos, pues nos pareció muy chistoso que alguien se llamara así. «Silencio por favor», nos dijo con su voz gruesa«.

Pasaron los días y las semanas, y llegó el momento de conseguir el uniforme, camisa azul oscura, pantalón corto de igual color, una gorra, medias largas hasta la rodilla y unas bolas en ella de color amarillo que por cierto se enredaban en cuanta parte encontraban. Ya sabiamos formar en nuestro respectivo lugar, jugábamos y aprendíamos canciones; y llego el día de salir a acampar, maletín de lona nuevo que tallaba en los hombros, ropa de cambio, cantimplora, menaje y una cobija un poco gruesa, pues no alcanzaba el dinero para comprar un Sleeping para nosotros dos. Cambía sería nuestro sitio destinado, pero el clima no ayudo, pues como suele suceder llovió y se mojo todo, pero nos decían en tono jocoso, “Todo esto hace parte del campamento”. Días después de este campamento tuvimos nuestra investidura.

Nos aprendimos muy bien la Promesa del Lobato, cuando llego la hora de decirla, tome la bandera al lado de la virgen y trate de recordarla, pero mi memoria se nublo y no recordé nada; una voz gruesa por detrás de la bandera me empezó “soplar” lo que tenía que decir. Un año después mis materias en el colegio no iban muy bien y perdí el año, en castigo me sacaron de Scout y por consiguiente a mi hermano, no fue fácil saber que era sábado y no podía volver, recordaba las canciones, los juegos y en general todo lo que allí aprendí. Mi hermano no continuo, pues decía que eso no era lo de él y así nos olvidamos poco a poco lo que era ser Scout.

No fue sino hasta el año 2006 cuando una amiga de mi familia llego uniformada a mi casa y nos pusimos a recordar viejas historias de campamentos, y fue ahí que le dije que quería volver a ser scout, ella me recordó aquellas palabras sabias, “Recuerda que, Scout un día, Scout toda la vida”, y así fue como después de pasar por el Grupo 1 Champagnat llegue a lo que hoy considero mi segunda familia, mi familia del Grupo IV Pirsas.

La llegada no fue fácil, un grupo nuevo, una nueva experiencia y por consiguiente nuevos amigos. Nunca olvidare las palabras de quien para mí siempre será mi maestro, mi gran maestro; Fernando Trejos esa vez me decía, “Va a trabajar con la tropa, ellos deciden si se queda o se va”.

Pero supe hacer las cosas como deben ser, me gane su confianza y su respeto, gritaba tropa y ellos respondían, todo esto aun sin una pañoleta sobre mi cuello, pero no todo fue alegría, llego el día de gritar y presentar la tropa frente a todo el grupo en formación, tomé aire y como los nervios pueden con todo, la embarre…, La risa de todos calmo mi cabeza, volví a tomar impulso y todo salió perfectamente.

Mi pañoleta aún seguía en proceso, hasta que con esfuerzo y muchísimo sacrificio llego la hora de renovar mi promesa, esta vez no se me nublo la mente, pero si mis ojos, estos se llenaron de lágrimas de felicidad ya que después de casi 22 años volvía a tener mi pañoleta en el cuello, esa pañoleta que me habían dado cuando aún era un Lobato.

Gracias al grupo pude formarme, hacer mi curso para portar mi Gilwell y luego mis maderos, debo reconocer que no fue fácil, mucha lectura, mucho aprendizaje y mucho conocimiento para poder ser un buen dirigente. El grupo me ha dado mucho, me ha dado alegrías, tristezas, campamentos y salidas buenas, otras no tanto, pero sobre todo, me ha dado una familia, esa que me acompaño cuando mi mamá murió, ahí supe que no solo tenía familia de sangre sino de pañoleta, una familia que me apoyo cuando mi ánimo no estaba en su mejor momento, que secó mis lágrimas cuando están rodaban por mis mejillas.

Estar aislado por causa del Covid – 19 y no poder asistir un sábado a una reunión no es fácil, saber que llega el fin de semana y no portar el uniforme, mi amada pañoleta y verlos por WhatsApp o por Redes Sociales es algo diferente, pero lo que si se es que con uniforme o sin él, con pañoleta o sin ella siempre seré un Scout. Porque, «Scout un día, Scout toda la vida”